lunes, 2 de julio de 2007

Paseo nocturno


Paseo nocturno.

Capitulo uno.



"Caminé entre lápidas de mármol de personas con las que había compartido mi vida"





No recuerdo gran cosa de esa noche solo que estabamos a finales de agosto ya que la feria del pueblo acababa de terminar. En ese tiempo yo era un pre-adolescente de quince años que vivía en un pueblo de la sierra entre Sevilla y Cádiz conocido por los romanos como Orippo.Era tarde y hacía tiempo que había marchado a mi cuarto para dormir, sin embargo me desperté en mitad de la noche con los ruidos de una nueva discusión de fondo.





Mis padres discutían a menudo sobre todo cuando mi hermana mayor no estaba en casa y creían que mi hermana melliza y yo estabamos dormidos. Y de hecho ella lo estaba, al menos eso creo, cuando se despertaba solía venir a mi cuarto para dormir conmigo pero esa noche no estaba allí. La habitación estaba a oscuras y no se escuchaba nada aparte de la acalorada discusión de mis progenitores.





Me quedé tumbado en la cama intentando escuchar la pelea pero las voces no llegaban a mi con precesión y acabé saliendo de la habitación y sentandome en el sofá que tenemos en la parte superior de la casa para ver una pequeña televisión bastante antigua que ninguno de los cuatro, ni mi hermano mayor, ni mis hermanas, ni yo mismo, utilizamos. Desde allí escuchaba con claridad las voces de mis padres discutiendo por lo de siempre: las deudas, las salidas nocturnas de mi padre y sus continuas conversaciones con amantes cibernéticas. Nada diferente a lo que estaba acostumbrado.





Apenas unos minutos después de haber salido de la habitación escuché cerrarse la puerta del dormitorio de mis padres con un tremendo portazo que debió despertar incluso a los vecinos. Me asomé a la barandilla que da al patio techado de la casa y pude ver a mi padre dirijirse hacia las escaleras que subían al piso superior. Por desgracia él también me vió a mi.





-¿Qué haces despierto?


-No podía dormir.


-Vuelve a la cama.





Parecía realmente enfadado. Por lo general mi padre y yo nos ignorabamos mutuamente desde que cumplí los doce años y empecé a ser justo lo contrario a lo que él esperaba de mi. Tampoco se hablaba con mis otros hermanos, unicamente se llevaba bien con María, tan juergista como él. Pero, como iba diciendo, esta vez parecía bastante enfadado así que me metíe en mi cuarto y cerré la puerta escuchando como cerraba él la del cuarto de invitados.





Mis padres deberían divorciarse pero no lo harán. Una vez mi madre nos preguntó que pasaría si se divorciara de mi padre y mi hermana Elena le dijo que ella se traumatizaría. A mi me daba igual que se divorciaran y me sigue dando igual, ella tiene razones y además por eso no dejarían de ser mis padres. Sin embargo no le dije que no me importara, a decir verdad nunca se lo he dicho.





Me volví a tumbar en la cama pero no podía dormir. Escuchaba en mi cabeza a mis padres discutiendo y recordé una de las conversaciones de mi padre y su amante que yo había leido una vez en el ordenador.





"¿Por qué no te divorcias?"


"¿Para qué? Tengo un matrimonio, sexo, cuatro hijos...una vida perfecta"





En ese momento me quedé impresionado y fui a contarselo a mi madre, pero ella me dijo que también la había leido. Me pregunté si no le importaba pero supuse que si a ella no le importaba a mi tampoco debía importarme. Ahora se que estaba equivocado. Mi padre solo era un hijo de puta que se aprovechaba de mi madre.





Me era imposible dormir con esos pensamientos rondandome la cabeza así que decidí salir al balcón. La verdad es que la casa en la que vivía era preciosa. No me importaba vivir en un pueblo alejado de la mano de Dios porque mi casa era una maravilla, una casa francesa restaurada, de techos altos con vigas de madera y grandes bancones con ventanales. En mi habitación había dos balcones uno que daba a una calle y otro que daba a la otra ya que la casa ocupaba una esquina.





Hacía bastante frío, algo que me sorprendió, debido a que soplaba una suave brisa. Me apoyé en la barandilla y observé la calle, oscura y en silencio, y los montes que se veían desde allí. La verdad es que el pueblo era una maravilla.De repente y sin explicación alguna decidí salir de casa, dar una vuelta para refrescarme y dejar de pensar en ese cabrón que tenía como padre de modo que me vestí con unos vaqueros y una camisa negra y abrí la puerta del cuarto. Sin embargo me arrepentí apenas toqué el pomo. Si salía por la puerta mi padre o mi madre podrían escucharme. Volví al balcón y miré al suelo. Solo podía salir de allí deslizandome por la tubería. No era la primera vez que lo hacía pero, la última vez, me rajé parte de la mano cuando decidí escapar de un injusto castigo.





Cuando llegué al suelo me alegré de no haberme rajado de nuevo la mano, que no podía cerrar bien debido a la herida, pero si tenía los brazos bastante doliridos y un grave problema para volver a entrar en la casa aunque eso no me preocupó en ese momento.





Caminé hacia la parte nueva del pueblo. Pensé en ir hasta una parcela con una piscina que tenemos de modo de me dirijí hacia ella sin pensarmelo demasiado. La calle estaba vacía y solo algunas farolas alumbraban. Tardé poco tiempo en llegar a la parcela, pero me apetecía seguir andando así que cogí el camino de tierra que llevaba hacia el cementerio y continué con mi paseo mientras pensaba en mi asquerosa vida y en todo lo que había tenido que soportar mi madre de ese canalla.Ni siquiera me percaté de que ya no había farolas por el camino.





"Pasé la mano por una de las piedras blancas descubriendo una inscripción que me aterrorizó"

2 comentarios:

María (LadyLuna) dijo...

Hey tampoco me hablaste de este blog, ¿eh? ;) Si, si quiero la licencia para mis escritos! *.*
((et sah odasap ay rop us golb?))
tq^^

Anónimo dijo...

Vaya texto más duro. La madre sufridora, el padre un sinvergüensa, y el hijo sabiendolo tó.
Hummm, espero que no sea autobiográfico, si no vaya pastel...
Un saludote.